En torno al 19% de las emisiones de gases contaminantes son de origen doméstico. Reducirlas es fácil y beneficioso para el bolsillo
Alimentos. Conviene fijarse en qué comemos y sobre todo de dónde procede lo que nos llevamos a la boca. Un producto que ha viajado 3.000 kilómetros hasta llegar a la mesa ha generado muchas más emisiones en el transporte que un producto fresco y cultivado a la vuelta de la esquina. Además, cuanto más empaquetados estén los alimentos, más energía habrá sido necesaria para producirlos y más gases contaminantes se habrán emitido en el proceso. La huella de carbono de las legumbres o vegetales es mucho menor que la de la carne. “La alimentación es un componente fundamental en la huella de carbono y es a menudo la más olvidada”, indica Javier Andaluz Prieto, responsable de Cambio Climático de Ecologistas en Acción.
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