El consumo de pescado en Occidente afecta a las poblaciones de algunos países “en vías de desarrollo”, obligándolas a emigrar.
El 60 % del pescado que consumimos en Europa procede de aguas exteriores. Estamos globalizando nuestra irresponsabilidad. Cuando acabamos el pescado del que disponemos en nuestro país, vamos a capturar el pescado que supone el sustento de personas con menos recursos. Además, en muchas ocasiones se importa un producto que viene de unos
barcos a los que no se exigen las mismas condiciones ambientales y
sociales que se piden a la flota que está faenando en aguas europeas.
Es un ciclo perverso. Primero, los europeos arrasamos nuestros caladeros.
Después, enviamos nuestra flota a esquilmar las poblaciones de peces de países como Senegal.
Finalmente, las personas de esos países se ven obligadas a emigrar, hasta que consiguen llegar a
Europa, donde les cerramos las puertas después de haberlas sumido en el hambre y la pobreza.
L@s consumidor@s conscientes debemos mirar el origen del pescado que consumimos. Más info. aquí.
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